jueves, 11 de septiembre de 2008

Julio de la Rosa - Diez años foca en un circo

Nacionalidad: Española
Año de publicación: 2008
Editorial: Chorrito de plata

Mudanzas.

En el portal de mi bloque hay una mesa en la que, el vecino que se muda, abandona las pertenencias que no considera imprescindibles para su vida futura, esto es: ropa, libros, cd's, vinilos, televisores, lámparas, cuadros, guitarras, armónicas o incluso hornos micro-ondas. Fue bonito, especialmente, ver ocho pares de zapatos de mujer. Ahí, sobre la mesa, perfectamente colocados por parejas, todos alineados y esperando una nueva dueña. Fue bonito ver los ocho, y al día siguiente siete. Cinco, tres. Hasta que quedó solo un par. Un par de zapatos de tacón de charol negro, cerrados, elegantes, impecables, pero quizá de una talla demasiado grande para las mujeres de mi bloque. Pasó una semana, pasó un mes, y ahí seguían. Alguien, quizá el portero, los llenó de agua. Sucedió temprano, casi de noche aun. Al salir, medio dormido, noté algo extraño en la mesa: había agua en los zapatos, pero además había un pez en el zapato izquierdo y un pez en el zapato derecho. Dos zapatos, dos peces, dos peceras. Y al lado, un pequeño bote de comida para peces. Descubrí que no había sido el portero, sino el vecino del tercero izquierda, quien, al ser trasladado de ciudad por motivos laborales, tuvo que deshacerse de sus animales de compañía. Restos de la pecera original, pequeños trozos de cristal curvo, aun se podían ver en algunos peldaños de la escalera. La comunidad le cogió cariño a los nuevos inquilinos, pero solo se encontró una manera de interactuar con ellos: alimentándolos. El portero, cada tres o cuatro días, les cambiaba el agua. Al llegar el verano, el portero se fue de vacaciones al pueblo de su familia. La chica del cuarto, que se había ofrecido para realizar las tareas de desagüe, cayó enamorada de un jugador de water-polo y olvidó a los otros acuáticos. Los peces autistas fueron engordando de tanto comer y, desde la punta de los zapatos, una masa viscosa de excrementos y restos de comidilla maloliente fue emergiendo hasta dejarlos sin agua ni oxígeno, sin vida. Fue triste entrar en el bloque y ver el agua desparramada, el olor a comidilla putrefacta y a los peces agonizar sobre el escritorio de la entrada. Después de aquello me mudé de casa. Y no dejé nada, sobre la mesa.


Descárgate "Diez años foca en un circo" de Julio de la Rosa.

5 comentarios:

Manuel Morrison dijo...

Yo cuando me mudé de casa, el anterior inquilino me dejó unas conservas caducadas y varias cucarachas muertas. Se llevó hasta las bombillas, le harían falta para su vida futura. ¡Será hijo d...!

Anónimo dijo...

Es buena idea dejar las cosas q no sirven para q otros las usen, me gusta como escribes t leeré más veces

Lux dijo...

Eso me recuerda a mis pobres peces Abtu y Anet... :S ¡Pobres!

Anónimo dijo...

sabes, escribes muy bien, me dare vueltas mas segido por tu blog, la verdad, queria descargar el libro DE JULIO DE LA ROSA porque soy de Guatemala y aca no lo he encontrado en fin no pude descargarlo pero encontre una interesante historia y prometo no olvidar cosas para q nadie sufra las consecuencias del olvico LIZETT CALDERON

M dijo...

Miguel,

No sé si me recuerdas ni si aún hay alguien del otro lado. Pero es curioso. Vuelvo después del tiempo, tanto tiempo, y encuentro en tu recorrido las mismas, casi las mismas, paradas que en el mío.

Yo, por mi parte, sigo en el norte. Aunque otro norte.

M, tras la distancia